PROGRAMA Nº 1168 | 24.04.2024

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MARÍA LA QUE DESATA LOS NUDOS

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En todas las advocaciones de María, se suele agregar un título, un lugar, una ciudad en donde se encuentra, por ejemplo, La Virgen de Luján, la de Tepeyác (Guadalupe), la del Pilar, la de Fátima, Nuestra Sra. de Czestochowa, o una actitud, acción, atributo o intención, como la Virgen del Rosario, la del Loreto, la Reina de la Paz, de los Dolores, la Auxiliadora, Madre Tres Veces Admirable, etc.

La Virgen María en su transito en los tiempos ha adquirido muchísimas facetas, con las cuales se va manifestando su Benéfico influjo sobre nosotros. Entre los mismos devotos de María a veces se hacen la pregunta: ¿cuantas Vírgenes hay? Es solo una, y únicamente que tiene infinitas cualidades ya que es la Madre Dios Hijo, y con eso adquiere divinos y milagrosos atributos.

En la investigación de esta imagen, encontramos que el donante, Hieronymus Ambrosius Langenmantel, presbote y canónigo doctoral de St. Peter am Perlach, había encargado esta pintura para un altar familiar por motivos muy particulares vinculados a su familia. Los hechos verídicos demuestran que el noble Wolfgang Langenmantel, casado con Sophie Imhoff, y estando el matrimonio a punto de divorciarse, visitó al sacerdote Jakob Rem S.J. en el monasterio y universidad de Ingolstadt, la cual se encuentra a unos setenta kilómetros al norte de Augsburgo.

Después de visitar el monasterio en cuatro ocasiones, en un lapso de 28 días, donde se aconsejó con este venerable sacerdote Jesuita, honrado por su experiencia, piedad, una extraordinaria inteligencia, y un hecho de Iluminación Mariana, durante el cual sacerdote halagó a la Virgen María con el título de Tres Veces Admirable (Mater Ter Admirabilis), Wolfgang fue logrando cambios en su situación familiar, como resultado de las oraciones venerando a la Virgen María en compañía del sabio sacerdote.

Como corolario, el último día sábado 28 de septiembre de 1615, el padre Rem estuvo orando ante una imagen de la Virgen María (Nuestra Señora de las Nieves) que se encontraba en la capilla del Monasterio. En solemne acto ritual, el sacerdote elevó la cinta matrimonial, desatando uno a uno todos sus nudos y alisándola*. La blanca cinta produjo un brillo tan intenso que la paleta de ningún pintor pudo jamás reproducir. Con esto, la pareja evitó el divorcio, y el matrimonio pudo continuar.

El pintor, Johann Melchior Georg Schmittdner, la representa como una María virgen, "Desatando los Nudos de la Cinta de la Vida Conyugal". Del estudio de la iconografía surge claramente que no existe ningún elemento de referencia con la tradición escrita en el Génesis, “el nudo que ató Eva, María lo desató”. Es posible que por el desconocimiento de su verdadero origen se le haya atribuido a esta obra otro sentido. En ella se resalta a María como Santa Mujer, en ayuda y consejera de las familias como Abogada, Auxiliadora y Mediadora ante nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios.

Si María, la que desata los nudos, nos facilita con su auxilio la solución de las intrincadas madejas del matrimonio, ¿quién mejor que ella para desatar todos los nudos de nuestra vida? Por respeto a los devotos de esta advocación damos los datos reales, para que este desconocimiento no decaiga en “misteriosos orígenes”, los cuales podrían dar lugar a falsas interpretaciones y desviaciones mágicas o esotéricas.

La información está a disposición de los pastores de nuestra iglesia, investigaciones y resultados para una sana catequesis. Cuando la historia, el donante, su descendiente, y el retablo desaparecieron, la imagen quedó en la Iglesia de St. Peter am Perlach en Augsburgo como una antigüedad más. Luego estuvo unos años en Convento de las Carmelitas Descalzas de esa ciudad en 1920. Es más, aún hoy se la desconoce, no sólo en Alemania sino en Europa en general.

Los nudos representados en el cuadro de la Advocación eran los nudos del matrimonio de Wolfgang y Sophie. Lo mismo sucede cuando se nos enreda una madeja de lana, y se nos hace imposible, por impacientes, ir deshaciendo esta maraña. La actitud más frecuente, como cuando se decía "complicado como un nudo gordiano", para referirse a una situación o hecho con difícil solución o desenlace, es destruirla. Según las tradiciones y una antigua leyenda del Medio Oriente, quien consiguiera desatar el nudo gordiano podría conquistar Oriente. Alejandro Magno (356-323 A.c.) se enfrentó al problema en año 333 A.c., cortando el nudo con su espada al mismo tiempo que decía, “Es lo mismo cortarlo que desatarlo”. Aunque efectivamente Alejandro conquistó Oriente, pero al cortar ese nudo perdió toda la cuerda, y los trozos que quedaron fueron inútiles.

En nuestra vida, con esta actitud de “cortar” el nudo gordiano de nuestros problemas, por desesperación, por impaciencia y torpeza, destruimos todo lo que ello representaba: nuestra vida, con todas sus complicaciones. Es por eso que debemos tener conciencia, y primero analizar cómo se han creado esos terribles “nudos” que nos agobian. Recapacitar, rehacer la historia de esa situación complicada. Meditar sobre cómo, y desde donde se comienza desatar los nudos sin que la “cinta” se rompa.

Cuando alguien usa esta imagen milagrosa para una petición banal, o para un uso esotérico, es como clavar un puñal más en el corazón de Nuestra Amada Señora. Reverenciarla y venerarla (sin adoración), proclamar sus beatitudes, alegra a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y ella pondrá sus ojos en nosotros. Cuando “desatamos los nudos”, se nos abre un horizonte de esperanza. Nos sentiremos libres de las ataduras, y viviremos con intensidad cada minuto de nuestra vida, con alegría y fuerzas para afrontar la adversidad.

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