El 25 de junio de
1876, un regimiento del 7º de Caballería del Ejército de Estados Unidos,
liderado por el TENIENTE CORONEL GEORGE
ARMSTRONG CUSTER, cayó sobre un campamento indio al lado del RÍO LITTLE BIGHORN. Media hora después,
268 soldados y 19 guerreros habían muerto, incluido el comandante. La tragedia,
se le ha achacado a un error de cálculo, y hay cierta verdad en ello. Pero hay
más. Sin duda el carácter arrojadizo y arrogante del rubio héroe de la Guerra
Civil tuvo mucho que ver. En su lugar, es muy posible que otros altos mandos
hubiesen sido más cautos en la ribera del RÍO
LITTLE BIGHORN. Hubiese, al menos, esperado los refuerzos, que no estaban
lejos.
Pero aquel
caluroso día en las estepas de Montana no mandaba cualquiera, ni mucho menos.
Era CUSTER, adicto al status de celebrity, novio de la
autopromoción y cazador dispuesto a lograr la gloria sin importar lo alto que
fuera su precio. Lo consiguió, pero pagó su capricho con su vida. Tristemente, se
llevó consigo a cientos más. Vanidoso, rebelde y arriesgado, quien llegara a
General de Brigada a los 23 años y se distinguiese durante la Guerra Civil
estadounidense, GEORGE ARMSTRONG CUSTER
vivía y moría por la batalla. Para él, y aparte de su esposa LIZI, no había nada fuera de la lucha.
Era darlo todo por la gloria, como
Aquiles, como Alejandro.
En 1876, llevaba
ya 10 años participando en las Guerras Indias, aunque ya hemos visto que, en
realidad, apenas y tuvo contacto con los nativos. Eso sí, su participación en
las campañas del GENERAL HANCOCK y
en la BATALLA DE WASHITA RIVER le
habían marcado. Su agresividad, y en especial, su crucial papel en el anuncio
del hallazgo de oro en las montañas BLACK
HILL, territorio sagrado de los indios, le había ganado una enorme enemistad
con los nativos americanos. Desde
principios de las colonias, los europeos habían empujado a los indios hacia el
oeste. Ya fuese por medio de tratados incumplidos, o por la fuerza bruta,
muchas tribus ya habían aceptado entrar en reservas indias, mientras que otras
preferían emigrar hacia las tierras aún vacías de colonos.
Pero los sucesivos
gobiernos, seguidores de la Doctrina
Monroe y la Teoría del
Destino Manifiesto, creían que la expansión y conquista de todas las
tierras hasta el Pacífico era más que un derecho, una obligación histórica.
Cada vez más colonos emigraban al oeste, y cada vez más territorio perdían los
indios. Y cada vez les quedaba menos. En 1876 ya eran pocas las tribus que se
resistían a entrar en las reservas, pero aquellas que quedaban eran las más
rebeldes, las más radicales. Nadie tomó eso en cuenta en el ejército, menos aun
cuando creían que los indios eran poco más que salvajes. Durante las Guerras
Indias, TORO SENTADO, líder de los HUNKPAPA LAKOTA, y de todos aquellos
que no aceptaban las ofertas de los blancos, había revivido un antiguo ritual
indio conocido como la DANZA DEL SOL.
El Ejército de los
Estados Unidos estaba planeando su campaña de verano para empujar a más indios
a las reservas. La estrategia consistía en un ataque con tres brazos, en manos
de sendas columnas. La primera, a cargo del CORONEL JOHN GIBBON, la segunda bajo el mando del GENERAL GEORGE CROOK, y la tercera del GENERAL ALFRED TERRY, compuesta de 12
compañías del 7º de Caballería, con CUSTER
al frente. En la madrugada del 25 de junio, los exploradores de los americanos
informaron haber visto una gran manada de ponis, y señales de un campamento
indio a unos 25 kilómetros. CUSTER
los acompañó, pero no pudo ver nada. Estando ahí, no obstante, recibió la noticia
de que un grupo de indios había encontrado el rastro del 7º.
En la experiencia
de CUSTER, las tribus no solían
presentar batalla, sabedoras de su inferioridad tecnológica, y a menudo
numérica. Esto era aún más obvio cuando el ejército atacaba un campamento, con
la presencia de niños, mujeres y ancianos. Para los guerreros, era más
importante poner a salvo a sus familias que luchar. Precisamente la intención
de CUSTER en LITTLE BIGHORN era entrar en la aldea, y capturar al mayor número
de no combatientes posibles, esto es, mujeres, niños y ancianos, para
utilizarlos, ya fuese como rehenes, o como escudos humanos. El mayor miedo que
tenía el comandante del 7º era que los indios se enteraran de su presencia y
pusieran pies en polvorosa.
El 7º de Caballería
era uno de los regimientos más conocidos del Ejército de los Estados Unidos, y
en buena parte gracias a CUSTER. La
mayoría de sus soldados y oficiales eran inmigrantes, alemanes, ingleses e irlandeses. Ahora bien, casi un 20% de
los soldados rasos se habían enlistado en el último medio año. Estos hombres
aún no habían completado su adiestramiento, y para muchos LITTLE BIGHORN sería su primera batalla. Peor aún, y a pesar de que
contaban con buen equipo, muchos de los reclutas más recientes estaban malnutridos,
no tanto por su estancia en el ejército, sino por su vida previa en Europa.
Investigaciones arqueológicas recientes han descubiertos grandes carencias de
importantes minerales y vitaminas en los restos de los soldados. Muchos de
ellos tenían los dientes podridos.
El 7º sufría de
otras carencias, como el hecho de que el ratio de oficiales a rasos era más
alto del indicado. En resumen, no era un cuerpo de élite, ni mucho menos. Del
otro lado estaban los indios. La mayoría armada con fusiles, expertos jinetes,
y sobretodo, muy motivados. Para las tribus “hostiles”, como el gobierno llamaba a aquellas que no
habían entrado en las reservas, era una lucha de vida o muerte. Por si fuera
poco, los nativos americanos tenían a sus familias de por medio. No hay mejor
motivación para luchar y ganar que defender a la familia, cuando esta está
presente. La mañana del 25 de junio, y ante la creencia de que los indios
pudiesen escapar, CUSTER decidió
atacar. Dividió a sus tropas en tres columnas, la primera, con tres compañías,
unos 150 hombres, bajo el mando del MAYOR
MARCUS RENO; la segunda, también con tres compañías, y lideradas por FREDERICK BENTEEN. CUSTER se quedó con cinco compañías, y la 12ª se quedó a cuidar los
pertrechos en la retaguardia.
Poco antes de las
15:00, CUSTER dio la orden, y RENO cruzó el río unos cientos de
metros al sur del campamento. Poco después sus hombres viraron hacia el
noroeste, y cargaron en campo abierto hacia la aldea. Mientras tanto, CUSTER avanzó hacia el norte siguiendo
el río. Poco a poco el número de indios en la línea de fuego creció. Conforme RENO se acercaba, se dio cuenta de que
los defensores eran muchos más de los que esperaban, y a unos 150 metros
decidió frenar el ataque, dar la orden de desmonte, y formar una línea de “escaramuza”, en la que cuatro
de cada cinco soldados hincaría la rodilla y dispararía, mientras el quinto se
quedaba con los caballos. La línea de RENO funcionó por unos minutos, pero
poco a poco el enemigo fue avanzando sus propias líneas, con un número cada vez
mayor de atacantes. Finalmente, dio la orden de retirada (mejor dicho, la orden
la dio uno de sus oficiales, pues RENO
estaba paralizado, y levemente herido) hacia un meandro en el río bien
protegido por árboles. En esta posición aguantó hasta que BENTEEN llegó con su propia columna para reforzarlo.
Respecto a todo lo
que sucedió en el ataque de CUSTER,
no estamos muy seguros. La razón, ninguno de sus hombres sobrevivió para
contarlo. La reconstrucción de lo que sucedió se ha hecho basándose en los
testimonios de los indios, y en investigaciones arqueológicas hechas sobre los
cadáveres, equipo y munición encontrada. Según la versión más aceptada, cabalgó
hacia el norte en paralelo al río, y al campamento. Aparentemente, creyendo que
la aldea era mucho más pequeña, intentó cruzar el río unos 800 metros al
noroeste de donde había cruzado RENO.
Pero como el campamento era mucho más grande, ese punto en realidad era el
centro. Además, CUSTER creía que RENO ya habría entrado por el sur, y desconocía que ese ataque
había sido rechazado. Según la versión más aceptada, intentó vadear el río en
el punto llamado MEDICINE TAIL COULEE,
pero pronto se encontró con una fuerte oposición, y tuvo que retroceder con
algunas bajas. De acuerdo con una investigación más reciente, CUSTER habría enviado una de sus
columnas más al norte, sólo para distraer, pero esta columna también fue
rechazada.
Según los
testigos, todo sucedió muy rápido. Cuando CUSTER
y sus hombres bajaron al río, se encontraron con una muy fuerte oposición, y se
retiraron. Los indios les persiguieron, por ese mismo punto, liderados por CABALLO LOCO, y desde el norte,
aquellos que habían rechazado el ataque de la segunda columna. Nadie en el 7º
de Caballería se esperaba tal contraataque, y la confusión reinó por unos
segundos. Poco a poco, no obstante, los montados se fueron reuniendo en una
pequeña colina y se reorganizaron, montando una línea defensiva con lo que
pudieron. Pero todo fue
inútil. CABALLO LOCO, VACA TORO BLANCO
y cientos de guerreros más fueron demasiado para los soldados americanos, y en poco más de media hora todos
estarían muertos. CUSTER
recibió un disparo en el costado izquierdo y en la sien izquierda. Ambas
heridas serían mortales por sí solas, pero como la segunda no sangró, se cree
que ocurrió cuando el comandante ya había muerto. Junto con él, murieron dos de
sus hermanos, su cuñado y un sobrino, además de casi 250 soldados más. El hecho
de que algunos cuerpos se hayan encontrado a unas decenas de metros, en un
barranco, hace pensar a los investigadores que al menos 25 hombres intentaron
escapar el cerco indio.
Aniquilada la
fuerza de CUSTER, los guerreros
indios se reagruparon y volvieron a atacar a RENO Y BENTEEN. La lucha duró hasta la caída del Sol, y los
soldados mantuvieron el perímetro. Al día siguiente algunos indios volvieron,
pero para entonces la tropa había retrocedido un cuarto de kilómetro y
levantado mejores defensas. La BATALLA
DE LITTLE BIGHORN se saldó con una aplastante victoria para las tribus
indias. El 7º de Caballería perdió a 268
hombres, contra 19 de los
nativos, que incluían algunas mujeres. Para muchos, el rubio militar
sigue siendo un héroe, para otros un villano, como suele suceder. De lo que no
cabe duda es que CUSTER consiguió su
objetivo, la muerte en el campo de batalla, y la gloria de entrar en los libros
de historia.